lunes, 7 de abril de 2014

Regreso de Francisco Vicente Aguilera a Bayamo.





El regreso de Aguilera:
Del Calvario al Mausoleo.

 
M.Sc. Isolda Leonor Martinez Carbonell.

 
 
La muerte de Francisco Vicente Aguilera y Tamayo en New York, el 22 de febrero de 1877, fue un hecho que conmovió el corazón de los que conocieron su bondad, sencillez y profunda vocación independentista. Se desempeñaba como vicepresidente de la República en Armas cuando en 1871 Carlos Manuel de Céspedes lo designó para que partiera hacia la emigración a unir los diferentes centros revolucionarios y hacer llegar expediciones que abastecieran de logística a las tropas del Ejército Libertador. En medio de su labor un cáncer atacó su garganta, hasta que lo llevó a la tumba.

 El cadáver fue tendido en el Salón del Gobernador del ayuntamiento de New York, en capilla ardiente. Presidió la fachada del edificio la bandera de los Estados Unidos, el pabellón de la ciudad de New York y la enseña de Cuba Libre, a media asta, en señal de profundo duelo.
 
El 26 de febrero de 1877 los restos del eximio fueron depositados en el cementerio de Marble. Aquí reposaron hasta el 5 de diciembre de 1883, cuando una comisión integrada por Pedro Iraola, Néstor Ponce de León y José Joaquín Palma, invitados por Eduardo Codina a nombre de Ana Kindelán, viuda de Aguilera, procedió a abrir la bóveda. Era un sarcófago de hierro con una plancha de plata.
Instaurada la República en Cuba, el alcalde de Bayamo, Manuel Plana Rodríguez del Rey, se dirigió al presidente de la nación, el 18 de octubre de 1909, en nombre del pueblo bayamés, para pedir el traslado de Francisco Vicente Aguilera, cuyos restos descansaban en el extranjero.

En la misiva se instaba a otorgar financiamiento para construir un mausoleo, así como unir Bayamo con Manzanillo por la vía ferroviaria y que el tren fuera el portador de los restos. En medio del proceso, Plana le comunicó a Eduardo Codina, residente en la provincia de Santiago de Cuba, que era necesario ir preparando el recibimiento de los restos de Aguilera, y su conservación en un lugar apropiado hasta que se erigiera el mausoleo. Temporalmente reposarían en la tumba de la familia del patriota, por eso visitó el cementerio San Juan para comprobar el estado de conservación del panteón, el que se encontraba en malas condiciones, debido a su abandono. Le solicitaba que lo informara a los familiares del revolucionario, residentes en la capital de la provincia, ofreciéndose para atender y dirigir la reparación.











Ante esta decisión, los hijos de Aguilera le agradecieron a Manuel Sanguily, secretario de estado la disposición del gobierno de trasladar los restos de su padre para la ciudad natal. Para garantizar el recibimiento en la ciudad, Plana citó a una sesión extraordinaria con los miembros del ayuntamiento y las personalidades de la localidad para precisar los detalles del ceremonial.
 
Como prueba de afecto, los vecinos de Bayamo, convocados por el alcalde, se congregaron en la sala capitular del ayuntamiento para intercambiar impresiones acerca del ceremonial. Plana abogó porque los bayameses tuviesen especial empeño en el esplendor patriótico que debía desplegarse al llegar los sagrados restos.
 
Una ley dictada el 28 de febrero de 1910 ordenaba el traslado de los restos de Aguilera de Nueva York a Bayamo. La entrega de estos se efectuó el 28 de septiembre de 1910 en el salón de sesiones de la Casa Capitular en Nueva York, por parte del alcalde de esta ciudad a una comisión nombrada por el ejecutivo de la nación cubana. Los restos mortales del noble cubano se encontraban en una caja de metal, que contenía otra de madera. Se cedieron, además, tres banderas que fueron colocadas sobre el féretro cuando se puso en capilla ardiente en 1878: una modelo de la que se enarboló al iniciar la lucha independentista hacía 42 años y cuyo aniversario se conmemoraba con tan benévolo acontecimiento; la bandera modelo de la nación norteamericana y la bandera nacional.

El 10 de octubre de 1910 se cumplió la aspiración de los bayameses: arribaron los restos del patriota a la ciudad que lo vio nacer. Durante el trayecto varios ayuntamientos le rindieron tributo, cubriendo la urna de coronas. Los restos llegaron a Bayamo en un tren especial que hizo el viaje directo desde La Habana. Vinieron acompañados por el bayamés Miguel del Risco Álvarez y una representación de alto nivel. Fueron llevados a la Casa Capitular y el pueblo le rindió honores. Junto a ellos llegó una carta de felicitación del presidente de la República al pueblo de Bayamo por ser depositarios de los restos.

Las reliquias fueron depositadas, ese mismo día, en el cementerio de San Juan, en el panteón de la familia Aguilera y entregadas al alcalde municipal, Manuel Plana. Todo parece indicar que se responsabilizó con la custodia al ejecutivo municipal de Bayamo, pues los familiares del patriota no residían en la ciudad.

El 10 de octubre de 1940, los bayameses despertaron ansiosos. Se conmemoraba el aniversario 72 del inicio de las luchas por la independencia, hecho en el que Francisco Vicente Aguilera había sido el principal organizador. Parecía que el homenaje al patriota, en esta justa fecha, coincidiría con una indigna y desacreditadora acción para el pueblo bayamés, pues sus familiares exigían el traslado de los restos de Aguilera para el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba.

Existía tensión y disgusto en el pueblo. Se habían creado las condiciones para ejecutar el traslado y se dispuso una comisión integrada por representantes del presidente de la República, el senado, la Cámara de Representantes, el gobierno, el Consejo Provincial de Oriente, el Centro de Veteranos de Santiago de Cuba, varios miembros de la Policía Secreta, los Servicios de Inteligencia y el Ejército, encabezados por el coronel jefe de la provincia oriental. Al llegar a la tumba, la comisión encontró los ladrillos removidos y una sorpresa excepcional: habían desaparecido los restos de Aguilera.

A partir de esos momentos varios periódicos del país comenzaron a especular acerca del hecho, manifestaban que en horas de la madrugada de ese día personas desconocidas profanaron la tumba del patriota y secuestraron sus restos. Se buscaban a los autores quienes recibirían todo el peso de la ley.

El periodista bayamés Manuel R. del Risco Álvarez, quien tuvo el honor de trasladar los restos de Aguilera desde La Habana hasta Bayamo, estuvo vinculado a la sustracción. Justificó su proceder argumentando que: “[...] aquello no fue un secuestro, sino un rescate. Nosotros lo que hicimos fue rescatar los restos de Aguilera de la abandonada tumba en que estaban, con el propósito de que no se los llevaran de Bayamo y los trasladaran para un lugar donde estuvieran mejor cuidados”. Aseguró que lo acompañaron dos personas: Emilio Garcés, también periodista e incansable luchador a favor del bienestar de Bayamo y un jamaicano que trabajaba como portero en el hospital General Milanés al que todos conocían por Charles. Este había sido escogido por su discreción y fortaleza física.

Después de materializado el rescate se dieron cuenta que habían dejado una huella. A Emilio se le había quedado su sombrero, con unos papeles dentro de la badana en el cementerio. Ante esa situación, decidieron decir lo que habían hecho al comandante Felipe Elías Thumas, presidente del Centro de Veteranos. Este convocó a todas las instituciones para una reunión urgente en el cuartel de la Guardia Rural, Carlos Manuel de Céspedes e informó que los restos de Aguilera estaban en poder de los bayameses y estos no permitirían que se los llevara. El Centro de Veteranos, el Comité Pro Reconstrucción de Bayamo y el Círculo de la Prensa respaldaban esa actitud. En la reunión se tomó el acuerdo de que los restos se entregaran al Centro de Veteranos y al Centro Pro Reconstrucción y fueran llevados al panteón de la institución. Las reliquias, en un féretro, y cubiertas con la bandera nacional y la de Céspedes, fueron ubicadas en el panteón de los Veteranos de la Independencia en la necrópolis. Su traslado fue en un armón de artillería. Se dice que más de diez mil personas participaron en la peregrinación, encabezadas por la Banda Municipal y la Banda del Estado Mayor del Ejército.

Aún los bayameses no se encontraban satisfechos con el lugar donde reposaban los restos de Aguilera. La Cámara Municipal por unanimidad acordó manifestar al Consejo Provincial de Oriente la gratitud del pueblo de Bayamo por la ofrenda dedicada al hijo que generosamente supo servir siempre a la libertad de su patria. De igual forma se insertó un escrito del Consejo donde informaba que el traslado de la figura alegórica se realizaría cuando fuera aprobado el presupuesto extraordinario y que estuvieran consignados los gastos de transporte. El 8 de julio de 1914, se efectuó, sin ceremonia alguna, la entrega del monumento al alcalde municipal de Bayamo, Olimpo Fonseca.

Las gestiones para construir el mausoleo concluyeron en 1958 cuando desempeñaba la función de alcalde de Bayamo, Blas Elías Thumas. El 13 de febrero de este año le dio a conocer a la Cámara Municipal la donación de 25 000 pesos efectuada por el presidente de la República, Fulgencio Batista, para la erección de un mausoleo, a la memoria del insigne bayamés Francisco Vicente Aguilera y otros héroes de la Guerra del 68, y que llevaría por nombre Retablo de los Héroes. Se planificó su emplazamiento en el lugar donde existió el antiguo cementerio de San Juan, a un costo de 32 000 pesos, según proyecto de Sergio López Mesa. El propósito quedaba claro: rendirle tributo a los forjadores de la nación cubana, pero además, contribuir al embellecimiento de la cuidad de Bayamo.

En esta situación se recibió, desde la ciudad de Nueva York, una resolución enviada por el alcalde de dicha ciudad donde informaba que establecía el Día de Aguilera. Ante la generosa decisión, el club de Leones de Bayamo, en sesión plenaria celebrada el día 9 de marzo acordó otorgar un Diploma de Honor al alcalde de Nueva York, en testimonio de reconocimiento y alta consideración por su decreto. Blas Elías Thumas, alcalde de Bayamo, correspondiendo a la decisión del gobierno de Nueva York, le concedió a Robert F. Wagner, alcalde de dicha ciudad, el título de Amigo Predilecto de Bayamo.

La fecha exacta de la inauguración del Retablo de los Héroes no se ha podido localizar, no obstante el 30 de junio de 1958 se aprueba por la Cámara Municipal de Bayamo un presupuesto extraordinario para su embellecimiento e iluminación. Partimos de la hipótesis de que su inauguración se realizó el 22 de junio, aniversario 137 de su natalicio, pero que debido a la situación política que existía en el país se le dio escasa divulgación. Esto no era un momento que pudiera ser utilizada para festejar o vanagloriarse los gobiernos de la república mediatizada en Bayamo.
 
El Retablo de los Héroes se encuentra ubicado en la calle José Martí, entre Amado Estévez y Augusto Márquez y es el máximo exponente del conjunto escultórico que existe en la Plaza San Juan formado, además, por el pórtico del cementerio de San Juan, primero al aire libre inaugurado en Cuba, el mausoleo a José Joaquín Palma y la tarja que señala el lugar donde nació Manuel del Socorro Rodríguez. Los restos de Aguilera descansan en la base del monumento con la intención de que su presencia perdure en el recuerdo de todas las generaciones de cubanos y extranjeros que acá lleguen.


 Hoy el Retablo de los Héroes es un lugar muy visitado por todo bayames en el estranjero, no podemos dejar de ir a este bello lugar lleno de historia. Todo bayames le tiene mucho respeto y amor.

 

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