Los acontecimientos
políticos y sociales de la Cuba colonial, en procura de la emancipación se
producen en la parte oriental de la Isla, es decir, en las ciudades o poblados
de, Bayamo, Manzanillo, Santiago, Holguín y en menor medida en Camaguey (centro).
Y a propósito de esto quiero anotar lo que dice un importante autor cubano, Raúl
Aparicio:
“La ciudad de Santiago de
Cuba y su comarca había experimentado la benéfica influencia de los emigrantes
de la Isla de Santo Domingo, desde principios del siglo XIX....” luego dice “las
logias masónicas de la ciudad son como antenas que perciben la enfebrecida
agitación, no sólo de estas islas cercanas, sino de la Europa que desde la
revolución de 1848 está estremeciendo al mundo”, y justo en esa zona se asientan
los dominicanos con experiencia militar, al término de la guerra de la
restauración y ya antes allí se habían asentado centenares de familias
dominicanas obligadas por la ocupación de Haití de 1821 al 1844, en su mayoría
masones que se integraron en la sociedad cubana en Santiago.
Independientemente de la
figura preponderante de Máximo Gómez, estas notas tienen el interés de
puntualizar que los aportes de los dominicanos al proceso revolucionario cubano
trascienden a Gómez, a tal punto que no es posible escribir la historia de Cuba
al margen de los dominicanos; empezando por el Viejo, por supuesto.
Máximo Gómez tiene sus
méritos y devino en ser la figura cumbre en lo militar, no sólo de los
dominicanos sino del ejército de liberación, tanto de la guerra larga
(1868-1878) como de la guerra necesaria (1896-1898), pues la figura cumbre por
parte de Cuba, en lo militar, el General Antonio Maceo, era el lugarteniente de
Gómez, el Generalísimo. Y por supuesto Martí es el Apóstol y está hecho de otra
madera.
Pero es que, además de
Gómez, e incluso antes que él, estuvo Luis Geronimo Marcano Álvarez, que obtuvo el grado
de general del ejército Mambí, mientras Gómez aún no participaba en el primer
combate. El primer gran estratega militar Mambí es Luis Marcano. Y éste es quien
traza el plan de ocupar Bayamo y tiene que convencer a Carlos Manuel de
Céspedes, Padre de la Patria de Cuba y líder de la Guerra Larga.
La ocupación de Bayamo por
parte del ejército Mambí es determinante en el establecimiento de la guerra,
pues si los insurrectos caían implicaba el fin de la sublevación. Venían de
sostener el primer combate y de sufrir la primera derrota en Yara, el día 8 de
octubre. Justo eso es lo que hace dudar a Céspedes, quien pretendía marchar
hacia Manzanillo sobre el triunfo o de la posibilidad de ocupar el pueblo de
Bayamo, que era un bastión del ejército español. Pero el genio militar de Luis
Marcano Álvarez le convence de esa posibilidad.
Con Luis Marcano Álvarez
estaban sus hermanos Francisco y Félix María, quienes vivan en El Datil, Bayamo; además de los hermanos Chalas,
Despradel y gran parte de la Reserva Dominicana del Ejército Español. Tan pronto
cae Bayamo se integra el brigadier Modesto Díaz, el cual es convencido primero y
vencido después por Marcano en la ocupación de Bayamo. Y Modesto Díaz devino en
ser excelente jefe Mambí, protagonista de decisivos enfrentamientos con el
ejército español.
Luis Marcano y sus hermanos
son los primeros en entrenar a los mambises, que no eran más que pobres
campesinos y negros esclavos, sin conocimientos militares y de vestimentas
harapientas y estos dominicanos lo forman militarmente para los quehaceres de la
guerra.
Tanto Luis Marcano como
Modesto Díaz tenían más rangos que Gómez en el ejército español, los que les son
reconocidos en el ejército libertador. Las acciones decisivas en los inicios de
la guerra del 68 fueron concebidas y dirigidas por el General Luis Marcano y
luego por el Brigadier Modesto Díaz. En tanto Gómez se enrola como simple
soldado y al poco tiempo lo ascienden a Sargento.
Pero junto a ellos están los
hermanos Nicolás (Teniente Coronel) y Félix Chala Nieto, Francisco Javier Abreu
Licaire (Teniete Coronel), Francisco Antonio Delgado (Capitán de Caballería),
Manuel Abreu y Bernardo Delgado y está Despradel y toda una legión de
dominicanos cuyos nombres no recoge la historia de la guerra, es claro que
aquellos altos oficiales no estaban solos; Luis Marcano Álvarez tenía decenas de
soldados dominicanos bajo su mando, entre ellos sus hermanos, altos oficiales:
Francisco y Félix Marcano Álvarez, cuyas tumbas he visitado en Jiguaní,
Bayamo.
También hay que destacar la
participación de Manuel de Jesús Peña y Reynoso. E igualmente están los aportes
de Marcos del Rosario. Y está, por supuesto, Francisco Gómez Toro (Panchito),
hijo de Máximo Gómez y Manana (Bernarda Toro). Hay que mencionar al Capitán
Ignacio Díaz, hijo del General Modesto Díaz, quien conjuntamente con el General
Francisco Estrada Estrada no aceptaron la firma del Pacto del Zanjón, y
siguieron en las maniguas.
Un nombre que permanece en
el anonimato, tanto en Cuba como aquí, es el del general Dionisio Gil de la
Rosa, nacido en La Vega el 8 de noviembre de 1852 y muerto en Cienfuegos (Cuba)
el 8 de diciembre de 1899. De una actuación muy destacada en ambos
procesos. De igual manera se destaca
la presencia del Comandante Leopoldo Tió, nacido en Santiago de los Caballeros,
desterrado por Lilís, y muerto en combate en Cuba, con los mambises, en el año
de 1895, al lado del Generalísimo Máximo Gómez.
Por supuesto hay que
mencionar a la señora Mariana Grajales, natural de Puerto Plata, y madre de los
generales Maceo. Tan grande fue su aporte que hoy es considerada y así fue
consagrada como la Matrona de Cuba. Pero igualmente las hermanas de Máximo
Gómez, Regina y María de Jesús Gómez, hicieron sus aportes en dicho proceso y
estuvieron siempre convencidas de la necesidad y la justeza de la
guerra.
Dicen los autores cubanos,
Aldo Daniel Naranjo y Ángel Lago Vieito, “de mucha importancia fue también la
actividad desplegada por el dominicano Manuel de Jesús Peña y Reynoso, quien
desde el estallido de la guerra liberadora hizo causa común con los cubanos.
Formó parte de las fuerzas de la División Cuba, bajo la jefatura del General
Donato Mármol. Muy pronto se destacó como un hombre de excelentes dotes
organizativas, y resultó electo diputado a la Cámara de Representantes por el
Distrito de Santiago de Cuba”. Al terminar la guerra larga retornó a la patria y
fue Ministro de Educación en el Gobierno de Ulises Francisco
Espaillat.
Estos mismos autores, nos
dicen: “Una hija de Santo Domingo, Petronila Avilés González, vino a Cuba en
1840 como esposa del bayamés Pedro González Pérez, quien viajaba regularmente a
ese país en busca de recursos para su negocio de zapatería. De esta unión
nacieron en la ciudad de Bayamo varios hijos: Francisca, Caridad, Pedro, Juan y
José Avilés González, los que recibieron una modesta educación.
La familia González Avilés
apoyó con entusiasmo los planes revolucionarios. Y participó en la toma del
pueblo entre el 18 y 20 de octubre de 1868. Pedro González formó fila en las
fuerzas de Pedro Figueredo (Perucho). Y, una de sus hijas, Caridad, que
contagiaba con su entusiasmo patriótico, fue una de las seleccionadas para
cantar el Himno de Bayamo, el 8 de noviembre de 1868, en presencia de Carlos
Manuel de Céspedes.
Petronila Avilés infundía fe
en la victoria, contando los episodios de la lucha de los dominicanos por su
independencia. Y cuando el Conde de Valmaseda tomó la ciudad de Bayamo, antes de
que se paseara por sus calles en señal de victoria, Petronila quemó su casa y se
alzó a las montañas junto a sus hijos y esposo.
Otros dominicanos se
establecieron en Jiguaní, Bayamo, en la década de 1840, como Carlos Sablón
Mañach, Remigio Salcedo y los Hermanos Báez y Galardi, los que se casaron con
mujeres cubanas e hicieron familias; aunque por su avanzada edad para 1868 no se
integraron a la lucha revolucionaria como soldados, sí educaron a sus hijos en
el amor a la libertad y a la patria y varios de sus hijos pelearon con valor y
gallardía en la Guerra de los Diez Años (alcanzaron renombre: Jesús Sablón
Moreno, conocido como Jesús Rabí, que llegó al rango de teniente coronel y
estuvo en el grito de Baraguá junto al invicto General Antonio Maceo; estuvo en
la guerra chiquita y en la necesaria, y llegó al grado en el 95 de Mayor
General; pero igual su hermano Francisco, que en el 68 obtuvo el rango de
Capitán y en el 95 el de Coronel).
Otros descendientes de
dominicanos fueron: Florencio Salcedo Torres, quien concluyó en 1878 como
Coronel y en el 1895 como General de División. E igual Alberto Báez Peña y su
primo Leopoldo Báez, quienes fueron soldados ejemplares en las tres guerras;
alcanzando en el 95 los rangos o grados de Coronel y Comandante,
respectivamente.
Naturalmente el genio y el
valor de Máximo Gómez en poco tiempo se hizo dueño de los acontecimientos épicos
y su nombre corrió como un mito por toda la isla y el continente. Y solo la
sombra de Gómez espantaba a los españoles, pues nadie como él manejaba el
machete ni tenía la puntería suya con el fusil o el revólver. Gómez estaba tan
convencido de su talento militar que dijo en una ocasión: voy a enseñar a los
cubanos a hacer patria. Y los enseñó!
Máximo Gómez fue ejemplo de
pureza, de apego a un ideal, lo que es propio de un apóstol y no de un militar,
la historia nos demuestra que todo militar en contienda por la libertad y/o
independencia de una nación persigue el poder y sin embargo en el caso que nos
ocupa es simplemente la excepción, y nos confirma la influencia que tuvo la
figura de Duarte en el jefe y gran estratega militar. Gómez: pensador, duartista,
nacionalista y latinoamericanista.
El general Máximo Gómez lo
dio todo por el ideal libertario de Cuba, a cambio de la gloria. Por eso dice,
en carta enviada a José Dolores Pérez, en fecha 3 de junio de 1885, “Yo pretendo
ser libertador de un pueblo esclavo; soy un soldado de la Democracia, al
servicio de un pueblo; pero no instrumento que ayude a subir a ningún hombre al
poder. Soy, sí, un soldado que ayuda a un pueblo oprimido a sacudir su
servidumbre y conquistar su nombre y rango de Nación, pero no aspiro a
gobernarlo”. Y ciertamente le ofrecieron
la presidencia de la República de Cuba y declinó. En esa misma carta él confiesa
su aspiración: “Yo quiero ser, siquiera, una sombra de Sucre el héroe inmortal;
es mi sola aspiración: pero no uno de tantos hombres que gobiernan pueblos o
naciones por medro personal, pero que no los libertan de servidumbre
alguna”.
Esta carta que comento es
digna de la historia, la que escribe a un amigo hondureño a propósito de
comentarios que los sindicaban como aliado del Dr. Marco Aurelio Soto, ex
presidente de Honduras, en una conspiración contra el general Bogran, presidente
hondureño; y le dice: “Es verdad que no pasa desapercibida para mi la situación
política de Honduras: es verdad que yo soy tan amigo del Dr. Soto como del
general Bogran: a ambos les soy deudor de servicios y consideraciones a que
jamás creo poderles corresponder; pero por encima de todo eso está mi gratitud y
mi respeto a Honduras”. Es claro que ambos caudillos hondureños estaban
enfrentados políticamente, pero Gómez se colocaba por encima de
ellos.
Sin embargo, le dice a su
amigo José Dolores Pérez: “Y diles que el día que Honduras se viera amenazada
por una nación extranjera entonces sí, al frente de una falange de cubanos y
dominicanos, volaría a ponerme al lado de los defensores de la bandera nacional
que me cobijó en ese país y me dio pan y asilo”.
Y digo que era duartiano no
sólo por su pureza y empeño, por su limpio pensamiento, su entrega de apóstol,
sino por su propia admiración y respeto a la figura de Duarte, pues en carta al
periódico Patria, de fecha 21 de abril de 1894, titulada : Cuba a Duarte, dice
Gómez: “Todos los pueblos de la América libre tienen simbolizado en un nombre
los esfuerzos, la abnegación y los sacrificios que le costó su emancipación de
la metrópoli europea a la que estuvieron sometidos”.
Y agrega: “En todos esos
países se han alzado monumentos a eternizar el recuerdo de sus libertadores,
como tributo de justicia que se les debe. Por eso hoy la República Dominicana se
propone pagar la deuda de gratitud que tiene contraída con el benemérito
patricio que fundó su nacionalidad, y ha resuelto erigir una estatua que
perpetué el nombre de Juan Pablo Duarte”. Y termina diciendo que su gratitud
será eterna a quienes contribuyan con la misión que encabeza en Cuba de reunir
fondos para “erigir a Juan Pablo Duarte una estatua digna de su memoria”.
La legión de dominicanos,
con Máximo Gómez a la cabeza, que participó en las dos guerras de liberación en
Cuba, en el siglo XIX, lo hizo por la solidaridad, por el sentido de justicia,
convencido de que el régimen colonial español era oprobioso, actuando con una
dignidad fuera de todas dudas, con una entrega absoluta a cambio de nada. La
legión actúo convencida de la necesidad de ayudar a los hermanos cubanos en el
más alto empeño de un pueblo: acariciar la libertad con dignidad. Conscientes
todos los soldados de que la libertad no se mendiga, sino que se conquista a
sangre y fuego, cuando las palabras y el derecho internacional son
insuficientes.
Con lo anterior y por mis
conocimientos de la historia de Cuba, puedo afirmar que ningún otro pueblo
aportó más que el dominicano a la independencia de la mayor de Las
Antillas.
Nunca en todo el fragor de
la lucha un dominicano mostró ambición alguna por cuestiones materiales, cargos
o pretensiones políticas. El propio Gómez descartó toda posibilidad de aceptar
cargos políticos, ni siquiera la Presidencia de la República. Consagró su vida a
la libertad de un pueblo.
Gómez, el puro, dijo: “Mi
doctrina política de toda la vida, la libertad y la independencia absoluta de
los pueblos”. Y señaló el Generalísimo: “...al ideal cubano, que lo es
antillano, me he entregado entero a amarlo y defenderlo, sacrificando todo
cuanto los hombres podemos disfrutar...”. Por eso dijo Fidel Castro: ... ? y qué
hombre hizo tanto por nuestra patria como Máximo Gómez? El Generalísimo cuando
retorna a Cuba, para la guerra necesaria, con Martí, cuenta con 59 años para
librar aquella lucha a caballos, machete en mano y fusil al hombro, lo que hace
aún más grande su hazaña. Pero Gómez no sólo admiró a los grandes, sino que él
mismo fue grande, visionario, por eso dijo: “NO HEMOS PELEADO SOLO PARA CUBA,
SINO PARA LA CIVILIZACIÓN, PARA EL MUNDO ENTERO”.
Y en Gómez hay que reconocer
el amor por su Patria, pues en todo momento reivindicó su condición de Hijo de
Santo Domingo. Además, reconoció a Juan Pablo Duarte su condición indiscutida de
Padre de la Patria y por eso terminada la guerra en Cuba dedicó sus últimos
esfuerzos en honrar al Patricio!
En mi modesta opinión esto
hace más grande la figura histórica de Máximo Gómez, un hombre grande entre los
grandes, aún no comprendido adecuadamente en su tierra. Gómez está situado entre
los grandes libertadores de América. Debo anotar, finalmente, que no sólo fue
grande con la espada (el machete) y el fusil, sino que también fue un hombre de
pensamiento. Me inclino ante Gómez reverenciando a
Duarte!
...