Al volver de distante ribera
con el alma enlutada y sombría
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi, esta mañana
y no he visto una cosa más triste...!
Con la fe de las almas austeras
hoy sostengo con honda energía
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía...!
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lucio en la pelea
sin pueril ni romántico alarde:
¡al cubano que en ella no crea,
se le debe azotar por cobarde...!
En el fondo de oscuras prisiones
no escucho ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
¿No la veis? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria
y en la cual resplandece una estrella
con más luz, cuanto más solitaria...
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola
mi ambición es que el sol con su lumbre
la ilumine a ella sola ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si desecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía...!
Bonifacio Byrne. Nació en Cuba 1861. En Matanzas. Se inspira para este poema a su arribó a Cuba, desde el exilio, un día 2 de Mayo de 1902, al ver en el Castillo del Morro a la bandera americana y por debajo de ella y en tamaño menor a una bandera cubana.
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